Amarillo

Apenas puedo respirar. Noto que el coche me lleva fuera de la ciudad. Lejos.

Los hombres que me han secuestrado mantienen el silencio. Tan solo escucho el motor rugir con fuerza y los neumáticos resbalar contra el fango: mi corazón se detiene por un momento.

Sé adónde me llevan.

Noto la sangre helarse en mis venas. De pronto, me duele todo el cuerpo. Un sudor frío recorre mi frente y espalda. Se retuerce mi estómago: me noto completamente helada.

Quisiera moverme, pero mi cuerpo ha dejado de responder. Quisiera llorar, pero mis ojos están completamente secos. 

Noto que he perdido gran parte de mis facultades intelectuales. Es curioso como la razón nos abandona para preservar la cordura. La ignorancia es el mejor arma para la supervivencia.

Pero yo ya sé demasiado.

El coche se ha parado. El maletero se abre. Una fuertes manos me sacan sin cuidados y me empujan a través de los pantanos hasta una llanura.

El chamán negro está aquí. Me espera. No recuerdo su nombre. No recuerdo por qué estoy aquí. Miro atontada a mi alrededor, como si esto no me estuviese ocurriendo a mi. 

Como si solo fuese una simple espectadora de mi muerte.

El chamán me abre con fuerza la boca y me obliga a tragar una sustancia amarilla, muy amarilla. Y dulce. Él comienza a hablar en un idioma extraño. Parece una llamada.

Pero no trato de entender lo que dice, estoy fascinada por la niebla que de repente lo engulle todo. Tiene… vida propia? No parece ni real.

Un fuerte aleteo me saca de mi ensoñación: dos monstruos alados me clavan las garras en los hombros. No había visto tales seres ni en pesadillas. Ya lo entiendo: estoy delirando.

Me echo a reír. Vómito carcajadas mientras las bestias me levantan del suelo. Ya está, me van a dejar caer. Me aplastaré, igual que Peter. Peter… Ya recuerdo. Estaba investigando su muerte. De repente todas las piezas del puzzle encajan en mi mente, pero antes de poder visualizarlo ya se ha esfumado todo. Como una palabra que tienes en la punta de la lengua pero se escurre cuando crees tenerla.

Qué está ocurriendo? Estamos muy por encima de la copa de los árboles. Tienen un color extraño, un aspecto casi fantasmal. Están… Bailando?

No puedo saberlo, porque ya ni los veo. Seguimos alzandonos, muy muy alto. Miro fascinada el cielo volverse cada vez más oscuro a mi alrededor hasta que la oscuridad me traga.

La Tierra gira lentamente ante mi, y me sigo alejando. Las estrellas me rodean. Casi puedo tocarlas. Quiero tocarlas. Extiendo las manos mientras los planetas se alejan poco a poco ante mis ojos. Se alejan… Adónde van? 

– Tarde, llego tarde! Dice Júpiter.

– La fiesta! Responde Saturno.

Oh no! No tengo disfraz… Necesito encontrar un disfraz. 

Vagamos por el espacio durante horas. Qué son las horas? Qué es el tiempo? La cabeza me da vueltas.

Dónde estoy? Sin siquiera haberme dado cuenta, hemos llegado a un lugar muy siniestro. Los monstruos liberan su presa y elevan su vuelo. Miro arriba, al cielo de dos lunas. Nunca me había fijado que hubieran dos lunas. 

Un escalofrío me recorre entera. Una densa niebla lo envuelve todo. La ciudad está en ruinas, las calles están abandonadas.

Oigo pasos, oigo voces.

Voces que cantan en idiomas imposibles.

Susurros tratan de abrirse paso en mi oído.

Una risa.

Pasos.

Susurros.

Llego tarde a la fiesta.

Ca…

Me duele la cabeza.

Aleteo.

Niebla.

Carc…

Pasos.

Chillido.

Las imágenes desfilan en mi retina y me marean.

Amarillo.

Amarillo!

Me duelen las rodillas. Creo que he caído al suelo. Me duele la garganta. Reconozco esa voz: los chillidos salen de mi propia garganta!

Niebla.

Amarillo.

Amarillo.

Estoy mue…?

Car…co…sa!

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