La Espada De Los Vientos.

Primero el fuego ardió furioso, haciendo rugir la madera. A veces parecía un grito de rabia, a veces un llanto. El calor les castigaba la cara.

Pero cuando el viento abrazó las llamas y se las llevó en un suave torbellino, supieron que Orlanth había acudido.

La sombra de Torbjörn parecía extenderse al infinito mientras las llamas se elevaban hacia el cielo. Los cánticos a Humak resonaban en sus oídos: Gunjörn había muerto hachas en mano.

Apiádate de nosotros, mi reina…

Zali miró a sus compañeros, eran todos distintos los unos a los otros. Jamás se habría esperado tanto valor y lealtad de una pandilla de vendrefs. Gunjörn había entendido muy bien su especial enlace con Caprica, y tal apertura de mente en alguien de su especie le había agradado.

Las palabras fueron dichas, y pronto hubo que volver a emprender los viajes nocturnos.

Reencontrarse con el regalo de la reina fue un alivio. Volvía a sentirla a su lado, en su interior, envolviéndola. Zali había dejado la tribu para probar su valía a los maestros, pero quizás el objetivo real haya sido enseñarle que jamás iba a saber lo suficiente.

A los grandes Shamanes les encantaban esas cosas.

El bombardeo de su corazón le recordó los tambores tradicionales que sonaron cuando pasó la prueba para su diosa. ¿Era posible que volviese a sentir miedo? Multitud de imágenes le volvían en mente mientras cerraba los ojos.

Tic, Halcion les miraba sonriendo entre las sombras. No importaba cuan preparados creían estar, él todo lo veía. Y nada le podía. Tac, en algún lugar el mal se estremecía, acechando. Estamos jugando al ajedrez sin ver las jugadas del adversario, y demasiado pronto, lo sabían, habría jaque mate.

“Me alegro de que Caprica esté bien, mi Señora.” Desde el suelo, Maunakea parecía muy pequeño. El espíritu inclinó la cabeza hacía el joven guerrero.

“La Diosa quiere que acabemos con la misión y salvemos nuestro pueblo.” fue tanto cuanto supo responder. “Cuando vuelva con Cara azul, podrás contar nuestra historia en las tribus. Serás un héroe.”

Él frunció las cejas y pasó su lanza de una mano a otra: “Yo tenía pensado volver con vos, mi Señora. Juré ser vuestro guardia espalda allá donde fuerais.”

A ella le costó contener una sonrisa. Los maestros tenían razón, las demás culturas eran inferiores y pervertían rápidamente… No quería encontrarse sola lejos de casa. “Veremos.” murmuró.

Sylvanti alzó el vuelo, a lomo de su halcón. Una carrera a contra reloj había comenzado. Zali  susurró al viento, y sus plegarias se perdieron en las tinieblas.

Lo que no sabía, es quién estaría escuchando…

Porque la noche es oscura, y alberga horrores.
Porque la noche es oscura, y alberga horrores.

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